lunes, 9 de marzo de 2015

Barco

Y como nadie les había enseñado a vivir,
ahora sus voces son crujientes y sus posturas encorvadas.
Tuvieron que envenenarse, primero con cigarrillos y vodka, luego con pastillas y más alcohol.

Él solo deseaba marcharse lejos, aunque las diversas historias de su rutina aún no le causaban el suficiente hastió, le entretenían.
Otra de las personas muchas veces se preguntó "¿Cuándo llegará al fin su barco?".
También deseaba que se marchara para alejarse de la toxicidad de SU entorno, que no le era el propio, ni tan impersonal. Suficiente fue el poco tiempo que le bastó para aprender a imitarlo,
desearlo, confusamente admirarlo.

Las tardes se les volvieron extrañas y no las madrugadas, con trabajadores apretados viajando por las seis líneas del subte.

En el presente ya saben que pasarán cinco meses, nuevamente, sin hablar.
Se mantendrá el desvaneciente deseo, el afecto y la pregunta "¿Cuándo llegará, al fin, su barco?"
Uno lo necesita para olvidar, el otro, escapar y continuar con su proyecto.



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