Noche de viernes —sobre dos ruedas.
Punto de encuentro —La Bisela.
De una Honda Vmen, baja “La Tata”.
Trae puesto botas de plataforma con tachas.
Así combina sus polainas de gamuza y campera de cuero
Es roja — rosa es sinónimo de “bobitas”,
cualidad que carece esta “motoquera”.
Ruge el sonido de más motos que se acercan.
Llega una Ducati, junto a otras “motoqueras”.
La misión inicial: atravesar la ciudad.
“Yo te llevo”, dijo la “Haldvbourt”
en tono inexpresivo y grave.
Su actitud es de rebeldía,
atinado para manejar una Zanella Patagonia.
“La Tata” dirige esta caravana
de Mujeres Motociclistas Argentina.
Desde la perspectiva de una moto
la habitual Buenos Aires se altera.
Quizás sea por la adrenalina de andar
en un tráfico de colectivo—taxi—automovilista—ciclista.
O también porque se atreven a ciertas osadías,
como subir a la vereda
en frente de don-señor de la Prefectura.
Destino final: bar en San Telmo.
Desde allí se ve
que caminantes se acercan a las motos estacionadas.
Dos motoqueras salen:
“Qué nadie se atreva tocar mi motocicleta”.
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