miércoles, 7 de diciembre de 2016

Espíritus en la sobremesa

Sobremesa menemista y Sábado Bus en la tele. CarlitosChiche, Nico Repetto se mueven en la pantalla. También hablan, pero el volumen está bajo.
Sobre la mesa están los brazos de mi prima Clarisa y los de su novio “Coty”, que parece chino por sus rasgos árabes. También los de Andrés y Carmen, una brasileña que aprendió el  castellano mirando Estrellita Mía. Soy producto de la mezcla final del ADN de estas últimas personas. En consecuencia me llamo Andrea del Carmen, aunque desconocían que Andrea proviene de Andreia que significa valentía y Carmen canto o poesía. También estaba presente, pero tenía codos de niña sobre esa mesa.
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Solo tengo imágenes mentales de aquella época. Figuras que se desvanecen. Escribir en primera persona me resulta fgytgfhj,   así que comenzaré con por esbozar imágenes.
Buque de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) navegando en alta mar. Un camarote con paredes y mesa de madera. Marinos bebiendo cerveza y conversando hasta la madrugada.
De allí, historias de los marinos. De allí, las sirenas.
“En la noche se escuchaban ruidos cerca de los containers, aunque yo no veía nada ni sabía de nadie que estuviese en el subsuelo. Siempre era alrededor de las once y media. Una noche lo comenté con mis compañeros. Dijeron que se trataba de Rubén. Mejor dicho, la inmaterialidad de Rubén, su espíritu. Explicaron que seguía trabajando y, por eso, los ruidos. Solo, en una noche lluviosa, bajé cerca del horario. De a poco comencé a percibir los sonidos. Me acerqué para ver de dónde venían. Y Rubén estaba ahí, en su puesto (quizás en forma de holograma, porque Andrés solía describir su vestimenta y rasgos cuando relataba esta historia) Su postura era cansada, digo por lo encorvado. ‘Ya no hace falta que trabajés más acá.’ Le dije. ‘Has muerto’, le avisé. ‘Entonces, ¿Puedo ir a descansar’ Preguntó. ‘Sí’, afirmé. El espíritu desapareció. A la noche siguiente,  los ruidos también”.  Este relato pronunciado por mi padre lo escuché dos o tres veces, siempre en el contexto de la sobremesa menemista.
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Cada vez que a Andrés le preguntaban “¿De qué trabajas?”, él contestaba “De marino”, a pesar de que manejara doce horas un taxi.
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“Yo tengo conciencia de clase. Soy un obrero marítimo”, fue casi lo primero que me dijo Juan Carlos, que vestía su sombrero y uniforme gris. Estaba en su puesto de trabajo: guardia de seguridad del edificio de la Facultad de Ciencias Sociales. Tenía 56 años y hablamos en el marco del día del trabajador. Formalmente, no era más obrero marítimo, lamento lo formal. Le pregunté qué pensaba sobre el día del Trabajador. Constestó que en esa fecha los trabajadores deberían reflexionar sobre su condición de clase explotada y sobre la precarización laboral. Que debían unirse y actuar para mejorar la situación, o al menos, no permitir que no empeore como sucedió con las privatizaciones en la década del ‘90. Me llamó la atención el tono de su lenguaje. Imaginé que quizás estaría  influido por el contexto de la facultad, donde, algún niño militante se habría acercado a dejarle algún volante, o por alguna charla que habría escuchado. Después me cuestioné: “¿Acaso creés que la facultad es el único lugar donde se puede aprender?”. Lo que no imaginé es algo que varias veces me pidió: “No digas que soy guardia, poné que soy marino”.
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Él, como mi padre, trabajaron para ELMA. Ambos en el rubro de camareros. A ambos el neoliberalismo les implicó el “retiro voluntario”. A Juan Carlos le costó su matrimonio. Muchos de sus compañeros enfermaron, y otros  murieron. Quizás Juan Carlos a veces note que también le costó las marcas de nostalgia  pronunciadas en su rostro.

https://agenciatao.wordpress.com/2015/11/30/estas-seguro-que-queres-ver-lo-que-hay-ahi/

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