jueves, 25 de diciembre de 2014

Vida

Desde que la ví, sabía que me desagradaba. Eran sus ojeras, su sobrepeso, su pelo corto.
Se veía simpatiquísima. De hecho lo fue, aunque nuestra primera conversación fue la tercera vez que pronunciaba como apocalípticas sus desgracias mundanas (por si te interesa, no le habían cambiado un horario, una cosa así...)
Ahora está contenta no sólo porque se va a casar, si no que también se muda y viaja a las europas a seguir introduciendo alimentos en ese cuerpo.
A pesar de que a veces estoy de acuerdo con el fin de la especie, le deseo que procree, o que esté minímamente bien.
¿Será católica? Se la nota de familia grande, quizás sus padres lo fueron. Cuando le conté de mi orientación a periodismo me dijo: "Qué asco". Comunitarias me parece igual.
Pero no desarrolla su compasión, ni siquiera su sensibilidad. Es pura mueca de cuentas de Instagram.
Siento celos de su novio, de su sobrino, y de la salud de su madre y de su padre.
Pero no intento competir con ella. Usa uñas navideñas, compra Cosmos y la sigue al pie de la letra.
O pobre criatura, tan mujer cómo yo y tan insegura. Quizás por allí vienen sus muecas.
A mi me duelen los ojos y me lo merezco.


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